Bosnia Herzegovina

48 horas en Sarajevo, la ciudad que me robó el corazón

noviembre 4, 2016

La capital de Bosnia-Herzegovina es una ciudad llena de historia, donde convergen diferentes culturas. Una ventana hacia una Europa occidental y al mismo tiempo otra hacia Oriente, sin dejar al lado su pasado judío. Sarajevo, la ciudad donde se detonó la Primera Guerra Mundial y donde nuestra generación vio la barbarie de la Guerra de Bosnia en los noventa. Así es Sarajevo.

No puedo describir la emoción que sentí cuando finalmente llegamos a Sarajevo, una ciudad que desde hace mucho tiempo quería conocer y que resultaba todo un enigma para mí. Sobre todo porque no podía dejar de pensar en ella, sin recordar el “Asedio de Sarajevo” (Sarajevo Siege).

Antes de comenzar, cabe recordar que Sarajevo estuvo sitiada durante 4 años, de 1992 a 1996, cuando el Ejército Yugoslavo y el Ejército Serbio-Bosnio, tuvieron cercada la ciudad, atacándola constantemente hasta con francotiradores y cortándoles todo tipo de acceso a lo más básico que un ser humano necesita como alimentos y agua. El asedio fue terrible dejó miles de muertos y heridos y destruyó la ciudad.

Cartel de exposición en Sarajevo. Foto © Patrick Mreyen

Cartel de exposición en Sarajevo. Foto © Patrick Mreyen

Día 1
Nos tocaron dos días de intensa lluvia, pero eso no nos detuvo para salir a conocer la ciudad. Después de la buena experiencia que tuvimos con el tour gratuito que tomamos en Sofía, decidimos que no podíamos ver esta ciudad sin que fuera de la mano de un guía local certificado.

Antes de tomar el tour fuimos a comer rápidamente a un pequeño restaurante ubicado en la calle Bravadžiluk, donde nos dijeron que se encontraban los restaurantes más tradicionales y entramos a uno llamado Buregdzinica Oklagija, especializado en distintos tipos de burek. Comimos dos diferentes, acompañados de una refrescante bebida de ayran (yogur, agua y sal).

Burek de carne y la bebida típica ayran. Foto © Silvia Lucero

Burek de carne y la bebida típica ayran. Foto © Silvia Lucero

Después tomamos el tour básico con Sarajevo Insider, donde una guía nos llevó en un recorrido de unas dos horas por las calles de la ciudad, en el que nos mostraron los puntos más emblemáticos. Aunque no entras a ningún edificio, es muy interesante porque te explican la historia de cada punto.

Comenzamos con la esquina que está frente al Puente Latino, desde donde asesinaron al Archiduque Francisco Fernando el 28 de junio de 1914, quien sería el heredero del imperio Austro-Húngaro; ese crimen que fue el detonante de la Primera Guerra Mundial. Te imaginas lo que es estar parado en el lugar que cambió la historia y aprender sobre todo el complot para su asesinato, el primer intento fallido y como Gavrilo Princip terminó matándolo a él y a su esposa.

Desde esta esquina el asesino Gavrilo Princip mató al archiduque Francisco Fernando. Foto © Silvia Lucero

Desde esta esquina el asesino Gavrilo Princip mató al archiduque Francisco Fernando. Foto © Silvia Lucero

El famoso Puente Latino en Sarajevo. Foto © Silvia Lucero

El famoso Puente Latino en Sarajevo. Foto © Silvia Lucero

Cruzamos el puente por donde atraviesa el río Miljacka y nos mostraron a lo lejos la cervecería Sarajevska Pivara (donde cenaríamos la última noche). Nos contaron que era la fábrica de cerveza más antigua del país y que durante la guerra entre 1992-1995, no dejó de funcionar, al contrario, al estar sitiada la ciudad, era el lugar donde podían conseguir agua.

También pasamos por el hermoso edificio del Ayuntamiento, que también fue sede de la Biblioteca Nacional. Pero el edificio fue reconstruido porque los serbios lo incendiaron durante la guerra, lo que fue una pérdida total no solo del edificio, también de los libros. Así que estamos hablando de un edificio con mucho pasado, pero muy nuevo porque fue reinaugurado solamente en el 2014.

Edificio del Ayuntamiento y que fue Biblioteca Nacional. Foto © Patrick Mreyen

Edificio del Ayuntamiento y que fue Biblioteca Nacional. Foto © Patrick Mreyen

Placa afuera del edificio del Ayuntamiento. Foto © Silvia Lucero

Placa afuera del edificio del Ayuntamiento. Foto © Silvia Lucero

Ahí también nos mostraron la casa (ahora también restaurante) Inat Kuca, una de las más famosas de la ciudad, porque la casa estaba del otro lado del río, donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento, entonces la propiedad tenía que ser demolida y le compensarían económicamente. Sin embargo él se negó y la casa tuvo que ser trasladada piedra por piedra al lugar donde está ahora.

Casa Inat Kuca. Foto © Patrick Mreyen

Casa Inat Kuca. Foto © Patrick Mreyen

Caminamos por el casco antiguo de Sarajevo, donde predomina la influencia otomana. Ahí mismo paseamos por el antiguo bazar Baščaršija y vimos la famosa fuente de madera Sebilj, ubicada en la Plaza de la Paloma, donde se dice que hay que beber de su agua para volver a la ciudad.

Bajo la lluvia recorriendo el bazar Baščaršija. Foto © Patrick Mreyen

Bajo la lluvia recorriendo el bazar Baščaršija. Foto © Patrick Mreyen

Bazar Baščaršija. Foto © Silvia Lucero

Bazar Baščaršija. Foto © Silvia Lucero

Plaza de las Palomas. Foto © Silvia Lucero

Plaza de la Paloma. Foto © Silvia Lucero

La famosa fuente de madera Sebilj, donde según las creencias, hay que beber de su agua para volver a la ciudad. Foto © Patrick Mreyen

La famosa fuente de madera Sebilj, donde según las creencias, hay que beber de su agua para volver a la ciudad. Foto © Patrick Mreyen

Pasamos rápidamente por la mezquita Gazi Husrev-Beg, por la Torre del Reloj, único que sigue la fase lunar y por el  bazar Ghazi Husrev Bey, que vende más imitaciones de marcas, pero está ubicado en un edificio antiguo muy bonito.

Mezquita Gazi Husrev-Beg. Foto © Silvia Lucero

Mezquita Gazi Husrev-Beg. Foto © Silvia Lucero

Torre del Reloj, que sigue la fase lunar. Foto © Patrick Mreyen

Torre del Reloj, que sigue la fase lunar. Foto © Patrick Mreyen

Después entramos al Moricá Han, que era como un “hotel” o lugar de hospedaje llamado caravensarai, para que los viajeros pararan a descansar. Fue construido en el siglo XVI y es el único que prevalece en la ciudad. Ahí podían dormir hasta 300 personas y 70 caballos. Hoy en día ponen exposiciones en la segunda planta y abajo hay comercios. Ahí está el Café Divan, muy popular entre los locales y del cual hablo más adelante en este artículo.

Entrando al Moricá Han. Foto © Silvia Lucero

Entrando al Moricá Han. Foto © Silvia Lucero

Moricá Han. Foto © Patrick Mreyen

Moricá Han. Foto © Patrick Mreyen

Sarajevo es una ciudad de diferentes culturas, así que pasamos por el barrio judío y después, atravesamos la línea hacia la parte más occidental de la ciudad, donde ya puedes observar la huella del imperio Austro-Húngaro en la catedral, los edificios y monumentos.

Hay un punto en el piso en el que para u lado ves la influencia turca y en el otro la influencia de Europa occidental. Foto © Silvia Lucero

Hay un punto en el piso en el que para un lado ves la influencia turca y en el otro la influencia de Europa occidental. Foto © Silvia Lucero

En las calles también nos mostraron las famosas y lamentables ‘rosas rojas’ pintadas en el piso, para recordar a los que fueron asesinados en ese lugar. Aunque en realidad es difícil caminar por Sarajevo y no ver las marcas de la guerra por toda la ciudad.

Las tristes rosas rojas de Sarajevo. Foto © Patrick Mreyen

Las tristes rosas rojas de Sarajevo. Foto © Patrick Mreyen

Monumento a los niños muertos durante el Asedio de Sarajevo. Foto © Silvia Lucero

Monumento a los niños muertos durante el Asedio de Sarajevo. Foto © Silvia Lucero

Después del tour fuimos a un barecito súper chulo, lleno de turistas, pero precioso llamado Zlatna Ribica, todo decorado estilo art-nouveau. Un break necesario para lo que íbamos a ver a continuación.

Bar Zlatna Ribica. Foto © Patrick Mreyen

Bar Zlatna Ribica. Foto © Patrick Mreyen

Esa tarde entramos a la Exhibición de Srebrenica, al lado de la catedral, imperdible si se visita Sarajevo. Es imprescindible tomar la audio-guía. Era solo un piso de exposición, pero duramos bastante viendo las fotografías, escuchando las explicaciones y viendo los documentales sobre el “Asedio de Sarajevo”.

Es terrible todo lo que tuvieron que pasar en esos años del cerco, pero lo que más me impresionó es que llegó un momento en que los ciudadanos decidieron que a pesar de todo, iban a continuar con sus vidas y a mantener el espíritu alto. Volvieron a tener conciertos en sótanos, hasta festivales de cine.

Entre los documentales, hay uno de una media hora llamado Miss Sarajevo, que muestra perfectamente cómo sobrevivían, cómo cruzaban la avenida de los francotiradores, hasta cómo iban a fiestas. Pasan fragmentos del concurso de belleza que se realizó durante el asedio y cómo en el concurso, las participantes sacaron una manta para pedir al mundo que no se olvidaran de Sarajevo.

Sí vas a llorar y bastante, se me eriza la piel de solo recordar todo lo que cuentan en ese museo; pero aunque suene fuerte para una visita turística, merece la pena ir y dedicarle varias horas.

La Exhibición de Sbrenica fue de lo más interesante que vimos en Sarajevo. Foto © Patrick Mreyen

La Exhibición de Sbrenica fue de lo más interesante que vimos en Sarajevo. Foto © Patrick Mreyen

 

Esa noche cenamos en otro lugar muy tradicional y tranquilo en la calle Bravadžiluk, el Ćevabdžinica Petica, que se especializaba en uno de los platos principales de la gastronomía bosnia, el ćevapčići.

Día 2
El segundo día hicimos un viaje al Túnel de la Esperanza. Durante el asedio, como la ciudad había sido totalmente bloqueada por los serbios, al otro lado del aeropuerto había una zona controlada por las Naciones Unidas. En una casa privada muy cerca del aeropuerto, el ejército bosnio construyó un túnel de 800 metros para poder conseguir alimentos, agua y cosas que les ayudara a los bosnios a sobrevivir todos esos años.

Para llegar al túnel, tuvimos que tomar el tranvía 3 y luego un autobús rumbo a Butmir. Como nos bajamos antes por error (tienes que bajar hasta la última parada), mientras caminábamos por el barrio, salió un señor súper amable a preguntarnos en un inglés muy limitado, si buscábamos el túnel. Le dijimos que sí, nos dio indicaciones de cómo llegar y nos preguntó muy sonriente de dónde éramos. Los bosnios me parecieron tan amables.

Camino al Túnel de la Esperanza. Foto © Patrick Mreyen

Camino al Túnel de la Esperanza. Foto © Patrick Mreyen

Continuamos caminando, viendo los hoyos de las balas en las viviendas, hasta llegar a la casa de la familia Kolar, donde se encuentra el túnel. La visita empieza con una película y después pasas al pequeño museo, donde puedes ir escuchando toda la historia si te conectas al WIFi y vas presionando los números en tu móvil.

La casa de la familia Kolar, ahora museo, donde se construyó el túnel. Foto © Silvia Lucero

La casa de la familia Kolar, ahora museo, donde se construyó el túnel. Foto © Silvia Lucero

Lo más famoso es la representación del túnel (el original se destruyó porque quedó años en el olvido), que es un tramo de 25 metros de largo que puedes atravesar para darte una idea de cómo era. La importancia de este lugar es que unas 4,000 personas cruzaban a diario los 800 metros y sin ese túnel, no hubieran sobrevivido. Este museo fue hecho para que no se olvide lo que sucedió.

Para ir y regresar del túnel, pasas por el boulevard Mese Selimovica, mejor conocido como la “Avenida de los Francotiradores”, porque durante la guerra los francotiradores serbios disparaban contra todo el que la cruzara. Aún puedes ver las huellas de las balas en los edificios.

Edificio de apartamentos donde aún pueden verse los hoyos de las balas de los francotiradores. Foto © Patrick Mreyen

Edificio de apartamentos donde aún pueden verse los hoyos de las balas de los francotiradores. Foto © Patrick Mreyen

En un punto nos bajamos a recorrerla a pie. Es un sentimiento muy extraño porque de un lado tienes los edificios grises, con hoyos enormes resanados, de donde impactaban las balas recordando la terrible guerra. Y del otro lado de la avenida, ya empiezas a ver edificios súper modernos. Ahí vimos también el Hotel Holiday (antiguamente Holiday Inn), construido para los Juegos Olímpicos de Invierno en 1984 y hotel que también fue sede de la prensa internacional durante la guerra.

Hotel Holiday, construido para las Olimpiadas de Invierno y donde se concentró la prensa durante la guerra. Foto © Patrick Mreyen

Hotel Holiday -antes Holiday Inn-, construido para las Olimpiadas de Invierno y donde se concentró la prensa durante la guerra. Foto © Patrick Mreyen

Pero también hay edificios modernos en Sarajevo. Foto © Silvia Lucero

Pero también hay edificios modernos en Sarajevo. Foto © Silvia Lucero

Por la tarde, al regresar al centro, fuimos al Café Divan, que el día anterior nos había contado nuestra guía que era muy popular entre los locales y el sitio perfecto para probar el café bosnio. Efectivamente, éramos los únicos turistas bebiendo café bosnio, algunos nos miraban y se reían mientras el mesero nos explicaba cómo había que tomarlo. Yo me reía con ellos, porque para mí fue una experiencia muy bonita.

Café Divan. Foto © Silvia Lucero

Café Divan. Foto © Silvia Lucero

Café bosnio, que nos dijeron que teníamos que morder un poco de terrón de azúcar y luego beber el café. Foto © Silvia Lucero

Café bosnio, que nos dijeron que teníamos que morder un poco de terrón de azúcar y luego ir bebiendo el café. Foto © Silvia Lucero

Después de empaparnos de historia de Sarajevo, fuimos a cenar a la cervecería Sarajevska Pivara, de la cual ya nos habían hablado en el tour y es un lugar muy bonito y sobre todo histórico.

Nuestra última cena en Bosnia, en la histporica cervecería Sarajevska Pivara. Foto © La Trotamundos

Nuestra última cena en Bosnia, en la historica cervecería Sarajevska Pivara. Foto © La Trotamundos

Cuando íbamos ya saliendo de la ciudad en el autobús, alcanzamos a ver Sarajevo desde lo alto de uno de sus montes y aunque se veía hermosa la ciudad, modernizándose con algunos rascacielos, no pude dejar de pensar en cómo hace años desde ahí los asesinaron fríamente, en todo lo que sufrió su población.

Podría seguir escribiendo sobre Sarajevo y ni siquiera así podría describir la mitad de lo que experimentamos al estar allá,  porque es una ciudad que hay que vivirla para sentirla.

*Si te gustaría que te organizara un viaje 100% personalizado a Bosnia-Herzegovina y a los Balcanes, escríbeme a silvia.lucero@tripdreaming.com.

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