Ecuador

Cómo visitar las islas Galápagos

junio 19, 2020

Me atrevería a generalizar en que la mayoría de los amantes de los viajes que impliquen naturaleza, sueñan con conocer Galápagos. Aunque puede sonar como un lugar remoto y difícil de visitar, en realidad no lo es si lo planeas bien. Si ya tienes en la mira este archipiélago ecuatoriano, te comparto algo de información que me parece importante saber antes de viajar.

¿Qué isla visitar?

Galápagos es un archipiélago conformado por 13 islas mayores de origen volcánico y más de 200 islotes y rocas; pero solo cinco islas están habitadas. Imagina la gran diversidad de flora y fauna que poseen que el viaje de Charles Darwin a este archipiélago lo llevó a escribir el “El Origen de las Especies”.

Si no tienes muchos días para conocerlas, tendrás que ser muy selectivo y priorizar lo que deseas ver o las actividades que quieras realizar. Algo muy importante al momento de planear, es tomar en cuenta el desplazamiento entre las islas, verificar qué días hay vuelos y los horarios de las lanchas; así como a cuáles islas puedes entrar por tu cuenta. Con solo tres días nos resultó fácil tomar la decisión: visitaríamos las islas de Santa Cruz y San Cristóbal (la capital).

¿Cómo llegar?

Si ya estás en Ecuador puedes volar desde Guayaquil o Quito. Una vez en el aeropuerto -antes de documentar-, tienes que acudir a la Oficina del Consejo de Gobierno de Galápagos para sacar la tarjeta TCT con la que controlan el tránsito a las islas y que tiene un costo de 20 dólares (la divisa en Ecuador es el dólar estadounidense). También te revisarán ahí el equipaje, ya que controlan bastante lo que se ingrese a las islas.

Al aterrizar en Galápagos tienes que pagar una tasa de ingreso, nosotros como turistas extranjeros pagamos 100 dólares por cada uno. Ese dinero lo utilizan para la conservación de áreas protegidas.

A la llegada. Foto © Patrick Mreyen

Isla Santa Cruz

Nosotros nos hospedamos en Puerto Ayora, la ciudad más poblada de Galápagos con casi 12 mil habitantes. Muy pintoresca, la puedes recorrer fácilmente a pie y desplazarte en taxi a los lugares más alejados. Sobre su arteria principal que es la avenida Darwin, puedes encontrar suficientes restaurantes, bares, tiendas y mercadillos, sin que se pierda esa sensación de pueblo pesquero. Y no es raro que te cruces con algún lobo marino al pasear por ahí.

La primera tarde nos fuimos caminando hasta la Estación Científica Charles Darwin, un punto esencial para aprender más sobre la biodiversidad que hay en el archipiélago. Ahí los científicos hacen sus investigaciones para asesorar al Parque Nacional Galápagos y hacer trabajos de conservación. Ahí ya podrás ver algunos animales y aprender mucho en las salas de exhibición.

Esqueleto de una ballena de Bryde en la Estación Científica Darwin. Foto © Patrick Mreyen

En la noche cenamos en la calle Charles Binford, cerrada al paso vehicular y donde se ubican decenas de restaurantes familiares que montan sus mesas en la calle y ofrecen los mejores platillos hechos con pescados y mariscos frescos. Son restaurantes sencillos pero donde se come muy bien y a precios relativamente bajos, digo “relativamente” porque Ecuador me pareció un poco caro.

Cenando en la calle Charles Binford. Foto © Patrick Mreyen

El segundo día para mí fue el más emocionante. Comenzamos en el rancho Las Primicias para ver a las tortugas gigantes endémicas de Galápagos, donde pudimos admirarlas en libertad -respetando siempre la distancia requerida- y aprender más sobre estos hermosos reptiles que son los más grandes y longevos del planeta. Quiero enfatizar en que no están en cautiverio ni nada, ellas andan sueltas y comiendo por su cuenta, lo que hacen en este lugar es en realidad protegerlas a ellas y a sus huevos.

Existen once especies de tortugas gigantes y se encuentran en peligro de extinción. Muchas de ellas murieron a causa no solo de los depredadores, también por culpa de piratas y comerciantes que llegaron a las islas entre los siglos XVII al XIX. Hoy en día hay programas de protección y reproducción para evitar que se extingan.

Admirando estas bellezas en Las Primicias. Foto © Patrick Mreyen
Puedes aprender de las tortugas y ver cómo son sus caparazones. Foto © Silvia Lucero

Después de las tortugas fuimos a uno de los túneles de lava, los cuales son impresionantes, subterráneos y tienen aproximadamente 1 kilómetro de longitud. Aunque es fácil recorrerlos, porque hay luz -al menos en el de Santa Rosa-, si hay unos cuantos espacios muy cerrados o por donde hay que pasar agachados, o sea son fáciles de caminar, pero no aptos para todos. Aunque pueden ser algo claustrofóbicos, vale la pena hacer el esfuerzo para verlos.

Túnel de lava. Foto © Patrick Mreyen
Este fue el momento más complicado en el túnel. Foto © Silvia Lucero
Hay algunos puntos en donde sí puedes sentir un poco de claustrofobia. Foto © Patrick Mreyen

Muy contentos de lo que habíamos visto hasta ese momento, continuamos nuestra aventura rumbo a Los Gemelos para ver las formaciones geológicas en el bosque de escalesia. Los Gemelos son dos sumideros enormes (no son cráteres), que se formaron al hundirse poco a poco la tierra. Ahí puedes admirar la flora y fauna del lugar, sobre todo porque ahí se encuentran 15 diferentes especies de árboles escalesia, todos endémicos de Galápagos.

Uno de Los Gemelos. Foto © Patrick Mreyen

Finalizamos el día en Tortuga Bay en busca de las famosas iguanas marinas que solo puedes ver en Galápagos. El taxi nos dejó en la entrada, ya que la playa está protegida y no se puede acceder en auto hasta ella. Hay que caminar 2.5 kilómetros hasta llegar a la playa. Por la misma protección no encontrarás restaurantes, ni comercios, ni siquiera recuerdo haber visto baños en la playa, para que lo tengas en cuenta. O sea no es un lugar para ir a pasar todo el día tumbado en la playa.

La playa es preciosa, muy grande con arena blanca y mar bravo. Ahí nos tomamos el tiempo para disfrutar y mientras otros escribían en la arena su nombre o el típico “I Love…”, nosotros aprovechamos para hacer publicidad de nuestra agencia de viajes jeje, porque eso es lo que haces cuando tu agencia es como tu bebé y la presumes ante el mundo ;-).

Haciendo publicidad a nuestra agencia de viajes. Foto © Patrick Mreyen

De repente encontramos a estas iguanas negras que tanto deseábamos ver, unas encima de otras -porque así se protegen y se dan calor-, tomando el sol, disfrutando muy campantes de la vida; hasta sus ojitos cerraban, parecían los dragones de Khaleesi en miniatura. Si no las ves en la arena tienes que poner atención en las rocas porque a veces se camuflan al ser negras como las piedras volcánicas.

Hermosas tomando el sol. Foto © Patrick Mreyen

Finalmente nos tumbamos un rato a descansar en la bahía donde estaba el mar más tranquilo. Ahí había un poco más de gente disfrutando de las últimas horas de sol y del mar. Ya habíamos hecho bastante ese día y aún teníamos que caminar otra hora de regreso para tomar el taxi a Puerto Ayora.

Tortuga Bay. Foto © Silvia Lucero

A la mañana siguiente tomamos un barco a las 7 de la mañana rumbo a Puerto Baquerizo en la isla de San Cristóbal.

Isla San Cristóbal

El trayecto entre las islas resultó una pesadilla. Llovía, el mar estaba muy turbio y las olas estaban tan altas que el pequeño barco brincaba cada vez que pasábamos por una y golpeaba muy fuerte cuando volvía a caer al mar. Yo volteaba a ver a los otros pasajeros para ver si eran mis nervios o estaba exagerando. Los turistas sí nos volteábamos a ver con sonrisa nerviosa y haciendo muecas de “espero que no se voltee esta cosa”, pero me tranquilizaba ver a los locales muy tranquilos, hasta echándose una pestañita. Creo que la embarcación no hubiera salido si hubiéramos corrido algún tipo de riesgo. Por si las dudas no comas nada antes del viaje en bote ;-).

Al llegar, con todo y susto y mareo, no había tiempo que perder y teníamos mucho por conocer. Así que hicimos check-in en el hotel, comimos rápidamente un bolón delicioso en un puesto (¡ah porque a mí ningún susto me quita el hambre!) y nos lanzamos a la playa La Lobería para ver a los lobos marinos.

Disfrutando el momento en La Lobería. Foto © Patrick Mreyen
Tomando una deliciosa siesta. Foto © Patrick Mreyen

El siguiente y último punto fue Cerro Tijeretas y Punta Carola. Empezamos haciendo senderismo en el cerro en busca de aves, sobretodo de piqueros de patas azules (moría por verlos) y fragatas, pero me quedé con las ganas, solo pudimos ver unos cuantos volando. De igual forma nos encantó hacer ese recorrido porque tiene unos miradores bellísimos. Además hay una caleta con agua cristalina y tranquila perfecta para hacer snorkel. Finalizamos el recorrido caminando de nuevo entre lobos marinos e iguanas negras y tomando fotos desde el faro en la playa de Punta Carola.

Caminando en el Cerro Tijeretas. Foto © Patrick Mreyen
La caleta maravillosa donde puedes hacer snorkel. Foto © Silvia Lucero

Esa última noche en Galápagos cenamos excelente en un restaurante llamado La Yapa, muy sencillo, pero muy concurrido, donde comimos el mejor pescado asado y patacones con queso. Creo que fue la noche que mejor cenamos.

Pescado asado con patacones. Foto © Silvia Lucero

La ventaja de San Cristóbal es que tiene el aeropuerto a 5 minutos del centro, así que alcanzamos a aprovechar la mañana de nuestro último día en la isla para caminar tranquilamente por el malecón, donde nos despedimos de los animales y nos tomamos la típica foto con las letras de San Cristóbal.

Qué tal esta guapura. Foto © Silvia Lucero
¡Hasta la próxima Galápagos! Foto © Patrick Mreyen

Y así pusimos fin a nuestro maravilloso viaje a Galápagos y marcamos un destino más de nuestra lista de lugares por conocer antes de morir.

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Para cuestiones editoriales escríbeme a silvia.lucero@latrotamundos.com.